julio 13, 2011

Mind

              De nuevo recaigo en el sueño que invade como niebla espesa mi pesadumbre. Recordando cada instante en que tus manos acariciaban la dermis de mi cuerpo y a su vez con un sentimiento no apto para mis pensamientos, siento como en la oscuridad de éste callejón, la presencia de algo que desearía fueras tú, me controla y envenena de tal manera que logra alejarme de la cotidianidad para así sumergirme en el mar de lujuria y sangre que tanto ha de gustarnos.

            Suaves susurros, delicados aromas, deliciosos placeres. Como el manjar que era sentir tu respiración por mi cuello, tus labios por los míos y tus ojos en mí alma.

Succionando cada milímetro del placer que provocas al juntar cada una de estas cosas y así, a su vez, causas que esa bomba nuclear sea una inmensa onda de pasión profunda. ¿Pecado? (Quien no peca no disfruta)...

            El sentir de las piedras frías en mi espalda, la humedad de la calle y la delicia de la oscuridad, la luna, el cielo en su totalidad... De nuevo, ahí van. No son tus manos, pero siento como si lo fueran. Esas que acarician mi cabello y sacian sus conocimientos con el calor que emana de mí, como si éste dirigiera el camino que debes recorrer, como si supieras los lugares que debes tocar y como debes hacerlo. Tú… No… Sé que no eres tú. Eres solo otro proscrito, otro ser que me hace recordar todo aquello que una vez viví y extraño.

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