diciembre 29, 2011

Miércoles 28 (Parte I)

Miércoles 28, 16:32. Recibo una llamada de O.:

-        Cariño, pasaré por ti en un rato, quisiera llevarte a un lugar que acaban de inaugurar. Necesito verte.
-              En una hora estoy lista - Respondí.

Entusiasmada, bajé con cuidado el vestido gris que endosaba, amarré mi cabello, me terminé de desvestir y entré a la ducha. En mi cabeza daban vueltas sus palabras “Necesito verte…” no es común que él necesite de mí, pero siempre se me es grata su compañía. Salí de la ducha, y en mi piel se hacían notorios los vellos erizados por el frío. Me sequé las piernas, mientras acariciando con suavidad mis glúteos y el resto de mi cuerpo, quité el agua restante.  

Quería que ese día fuera único, así bien, me coloqué una mini falda negra, una camisa de seda vinotinto (un poco escotada) y mis tacones negros favoritos.  Se hacía pronta la hora y mi cuerpo sentía que esa noche iba a ser mucho más que una salida normal.

-          Sal  –  Me escribe.

Abro la puerta de su carro, y ahí estaba él; elegante como siempre y más atractivo que de costumbre. Me da un beso en la boca. Me sorprendo. Él sonríe. 

Mientras hablábamos, volteaba de vez en cuando a verme. Bien notaba lo que su mente creaba con sus miradas. 

-          Te ves muy provocativa ésta noche, amor -  Me dice con picardía.
-          No desperdiciemos eso entonces  -  Le respondo.

Llegamos al lugar; un local que tenía poco de haber sido abierto, nunca había escuchado de él, pero los gustos de O, son exquisitos. Confiaba en su buen sentido del gusto.  La entrada tenía dos antorchas de cada lado, y al pasar, varias cortinas de satén rojo. Al entrar, un increíble ambiente de luces, también rojas, tenues. Velas aromáticas de varios colores y música blues  sonando de fondo. Habían puffs negros, dos por cubículos cubiertos de cortinas negras transparentes, detalle que los hacía ser un tanto privados. Éste era un lugar que de verdad se prestaba a sólo “pasarla bien”.

Obviamos la gente que nos rodeaba. Pasamos las cortinas de los cubículos y nos sentamos en los puffs. Cada uno pidió un coctel y así bien, en ese momento… comenzaba nuestra velada.

Hablábamos, reíamos. Nos mirábamos. O., siempre me había parecido un hombre muy atractivo, y no he de negar que más de una vez fantaseara con él; lo que se me hacía extraño, era porque sentía que él ahora fantaseaba conmigo. Se acercaba cada vez más, ya el alcohol estaba rodeándonos y nuestros sentidos auditivos al parecer se perdían con las piezas que sonaban en el lugar. Movía mi cabello, me hablaba al oído, pasaba su lengua por mi oreja y luego sus besos consumían mi cuello. Punto a su favor. El deseo de tenerlo, que había desaparecido, regresó a mí con esos labios por mi piel. 

Pasé mis manos por su pecho, las subí, agarré su rostro y lo besé. Su lengua ahora yacía dentro de mi boca, y mi lengua en la suya. Que beso. Que excitación. Bajé mis manos hasta su correa, pasándolas por sus piernas y rozando poco a poco a su miembro, que, ya lo sentía erecto...